

Cuatro jóvenes autistas dependientes del Centro Leo Kanner, de Logroño, desarrollan habilidades sociales con el paseo y el cuidado de canes.

Aunque muchos piensan que la terapia con animales o, zooterapia, es una técnica relativamente nueva, la verdad es que la primera vez que se puso en práctica fue en Inglaterra, en 1792, donde se utilizaron animales en el tratamiento de enfermos mentales.
La psicóloga Nora Arana Vélez, que organiza el calendario del programa, explica que la idea fue de dos educadoras que trabajan en el centro. Habitualmente se trata de lograr que el animal sirva de nexo entre el individuo y su terapeuta. Al comenzar a jugar con una pelota, por ejemplo, un perro logra que el niño incorpore en su esquema al psicólogo que no ha logrado ingresar por otros medios. Por su parte, el animal se siente gratificado con el juego, y es su propio estímulo para colaborar en la terapia.

Un instrumento, no un fin
«Normalmente las personas con autismo tienen problemas en las habilidades sociales, en la comunicación -tanto verbal como no verbal-, en la empatía», explica la psicóloga. Y en la interacción que tienen con el perro «notamos que se ponen en su lugar, que sienten lo que el perro está sintiendo. Normalmente las personas somos complicadas y los chavales sienten que con los perros pueden comunicarse de una forma mucho más simple. El perro está y no le exige nada. Eso es muy importante para la persona con autismo».
Aunque todavía es prematuro para extrapolar los resultados del programa, Nora Arana Vélez asegura que se notan pequeños detalles. «Empezamos a ver conductas -hacia el perro- como de cariño. A muchos no les gusta el contacto físico. Eso se puede aprovechar para poder acercarse más a los chicos. Son pequeños detalles. Usamos el perro no como fin, sino como instrumento», explica.